«Cuando tenía 13 años, un amigo murió de cáncer de páncreas.
Lo pasé muy mal. Este tipo de cáncer no suele dar síntomas hasta que es
tarde. Me dije que tenía que hacer algo». Ni corto ni perezoso, Jack Andraka,
un mozalbete con acné, flequillo y risa contagiosa, se propuso crear un
sensor barato (cada prueba actual cuesta 600 euros), rápido y fiable.
«En los análisis de sangre de una persona con cáncer se disparan los
niveles de algunas proteínas, que alertan de que algo va mal. El
problema es que en la sangre circulan 8000 proteínas. Pero no me
desanimé. Tengo el optimismo de la adolescencia». Andraka es el
paradigma del nuevo genio precoz. ¿Qué tienen en común estos prodigios?
¿Qué nos pueden enseñar? Tienen menos de veinte años, así que son nativos digitales.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario